Todos los días era lo mismo. Me subía en el autobús a las 5 de la madrugaba y me pasaba ahí 3 horas
para entrar a las 8:30 en el instituto ¿Por qué lo hacía? No tenía mucho
sentido pero eran mis motivos. A los 5 años mis padres se separaron y yo me quedé con mi padre, mi madre se fue a vivir a 3 horas de viaje,
la iba a ver todos los fines de semana. A los 13 mi padre murió y pasé mucho
tiempo con mi madre sin volver allí, pero cuando fui a recoger las cosas que me
quedaban en la casa de mi padre de repente me sentí muy bien como si toda la pena
se fuera por lo que todas las mañanas
iba allí al instituto y pasaba la tarde con mis amigas, me sentía muy
bien allí como si mi padre aún estubiera.
Aún no sé como mi madre me deja
hacer este viaje todos los días (excepto fines de semana) pero me deja. Siempre me aburro mucho esas tres horas
muchas veces aprovecho para hacer deberes, leer y escuchar música. Desde la
muerte de mi padre me separé de todo el mundo y solo me seguía hablando con dos
de mis amigas: Sara y Laura.
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Un día el bus iba todo lleno y un chico muy guapo de
pelo marrón muy corto, alto y delgado
con unos preciosos ojos marrones muy oscuros se acercó a mi asiento y me dijo:
-Me puedo sentar?-me quedé cortada pero después de quitar mi libro de
historia puse la mano en el sillón y
asentí.
-Cómo te llamas?- me atreví a
preguntar.
-Liam- respondió muy tranquilo, estuvimos callados el resto del viaje, era tan guapo que me
quedé mirando para el rápidamente y a la media hora de viaje me dijo:
-Bueno yo me bajo en esta parada ¿y tú?
-Me bajaré en la siguiente parada- respondí aunque lo cierto era que
aún me quedaban dos horas de viaje, no sé por qué le mentí simplemente lo hice
impulsivamente.
-Encantado de conocerte.
-Lo mismo digo.
Nos despedimos con la mano y
curvé los labios en una pequeña sonrisa.
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El día fue normal no le conté nada a mis amigas sobre lo de Liam, me
pusieron muchos deberes pero seguramente los acabaría en el bus, como siempre.
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A las dos horas de viaje Liam
volvió a subir al bus, esta vez no iba lleno
pero se repitió la misma situación que por la mañana, lo diferente era
que esta vez el asiento de al lado no lo ocupaba ningún libro. Era como si ya
supiera que se iba a volver a subir y sin calcular el tiempo otra vez
impulsivamente recogí todo un poco antes de que llegase. Esta vez hablamos un
poco más, me contó que el cogía el bus para
al instituto que empezaba muy temprano y yo le dije que casualmente me
pasaba lo mismo.
Se bajó a la media hora y me
volvió a preguntar antes de irse:
-Y tú, ¿dónde te bajas?
-Me bajaré en la siguiente
parada- que estaba a cinco minutos y a mí aún me quedaba media hora pero le
volví a mentir ¿Por qué? No lo sé pero lo hice.
Nos volvimos a despedir con la
mano y esta vez sonreímos los.
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